El sueño que no lo quita la edad ni las dificultades económicas
Para estudiar e ir tras una carrera universitaria, no hay nada que te detenga si lo has decidido; ni la edad ni la pobreza, nada cuando buscas la cima. Tal es el caso de doña Sofía Sabrina Marchena Ibarra, una mujer de cabello corto ensortijado y de tez morena marcada por la edad, por las secuelas de la guerra en los 80, el trabajo y la pobreza; pero eso no ha sido obstáculo para ella que se encuentra a las puertas de graduarse como Licenciada en Ciencias de la Educación con mención en Ciencias Naturales, cursando el Quinto Año en la Facultad Regional Multidisciplinaria de la UNAN Managua en Chontales (UNAN FAREM Chontales).
Mostrando un gesto de tristeza y con la vista como perdida en la nada, se lamentaba de las discriminaciones que ha sufrido por estar estudiando a su edad, al tiempo que sus ojos se ponían llorosos: “He sido marginada y ofendida por algunas personas que me ven estudiando. Algunas personas conocidas en el barrio me dicen: ¡Uuuuhhh, para qué estudias y más esa carrera que no te dará para vivir!
Con vos entrecortada prosiguió. “A estas alturas no estudio para que esta carrera me sirva o porque necesito trabajar. Sí necesito trabajar, pero más que eso es un sueño que tengo, de lograr una profesión y de tener conocimientos. No me alegra que voy a poder trabajar, sino porque me queda un gran conocimiento, de lo que he aprendido en la universidad que antes no conocía; como las relaciones sociales, culturales, de todo”.
Nadie me contará como es estudiar en la universidad y obtener un título profesional
“Es lindo, a pesar que me cuesta mucho, no voy a decir que es facilito. Me cuesta mucho porque a uno ya le cuesta retener, pero me va a quedar el conocimiento y… nadie me va a contar cómo es estar en la universidad y obtener un título profesional. Eso me alegra, me da mucha felicidad. Hay compañeros de estudios que me apoyan y alientan, diciéndome que no haga caso a esas personas que buscan desanimarme. Mis compañeros de clase me dicen que siga estudiando, pues de algo me va a servir en la vida”, expresaba llorando.
Sin embargo, esas expresiones para bajarle la autoestima, por poco tienen efecto en ella, porque estuvo a punto de abandonar la universidad. Y ahí estaban sus compañeros de clase y maestros como su escudo protector. “Claro, por ellos no me salí de la universidad. Aquí mismo en la universidad me han dicho: “¿Para qué estudias, si ya estás vieja? Pero la mayoría son lindas personas y me dicen que no deje de estudiar y me ayudan, alentándome siempre, a que siga hasta el final, sin rendirme”, agregó.
“Por eso, ahora que estoy cursando el seminario de graduación y estamos haciendo el trabajo final “Estrategias de Enseñanza y Trabajo Colaborativo” para obtener mi título, el que sí es llevado a las aulas de clase y se aplica, va a tener un gran resultado. Me alegra mucho que estoy por lograrlo y que no hice caso a esas personas que no quieren verme graduada como profesional”.
Trabajar en equipo
“Digo que este trabajo tendría un gran resultado si se llevara a la práctica, porque inicia desde trabajar unidos, del trabajo colaborativo, de apoyo mutuo, el trabajo en equipo, a no ser egoístas entre los estudiantes, sino que seamos unidos, que trabajemos juntos, que nos ayudemos mutuamente. Pero no se trata de ir como el caballito recostado, porque eso creen los maestros que uno va como caballito recostado. Yo estudio, a mi edad me sacrifico. No puedo ser excelente como los jóvenes, pero me esfuerzo y siento que logro hacer bien las cosas”, exclamó emocionada.
Doña Sofía, como es conocida en la universidad, tiene 49 años, nació el 10 de agosto de 1969 en la ciudad de Rivas, hija de doña Concepción Ibarra, quien murió a los 58 años en Jinotepe, Carazo, y de José Jesús Marchena, originario de Bluefields, de 72 años de edad, pero que actualmente vive en ciudad Panamá, Panamá.
“No soy chontaleña, pero me siento muy chontaleña”, exclamó sonriente, para seguidamente explicar que llegó a la ciudad de Juigalpa cuando apenas tenía 18 años de edad y desde entonces no regresó a su natal Rivas porque en esta ciudad chontaleña encontró al amor de su vida y con él formó su actual familia, que la integran sus hijos Jener Miguel de 29 años de edad, y Lester Kenner Segura Marchena, de 20 años, con quienes convive en su casa en el barrio La Morenita. Afirmó que hasta su cédula de identidad la obtuvo en Juigalpa, porque los archivos del Registro Civil de Rivas fueron quemados durante la guerra contra el dictador Anastasio Somoza Debayle.
Llegó a Juigalpa en los años 89, como soldado del ejército
Doña Sofía llegó a Juigalpa en la década de los 80, durante la guerra con la contra, siendo miembro de las tropas del Ejército Popular Sandinista en el V Comando Regional, como Especialista en Retaguardia, relató al contarnos su historia de cómo se hizo chontaleña y de sus sacrificios para lograr coronar una carrera profesional, a pesar de sus limitaciones económicas y de su edad.
“Primero fui tropista y después, debido a la guerra, resulté afectada en mi estado emocional cuando operaba en el Batallón Mauricio Duarte de Boaco, al mando de Dagoberto Narváez de Potosí, Rivas, ubicado en La Calamidad, carretera hacia la ciudad de Camoapa. Ahí fuimos atacados por sorpresa por un comando de la contra”. Cree que de todos los soldados, sólo tres soldados habrían sobrevivido y ella entre ellos, porque fueron los únicos que lograron salir del lugar del ataque nocturno.
Explicó que al lograr salir los tres y llegar donde estaban las otras unidades del ejército, de inmediato la llevaron al puesto médico de la Brigada 51 en Boaco para que recibiera tratamiento médico y lograra su recuperación.
Aseguró que ahí fue encontrada por la hoy diputada Gladys de los Ángeles Báez, quien entonces era jefa de Cuadros en el Ejército, y ordenó su traslado a la Escuela de Cuadros Carlos Agüero, en Managua, donde fue preparada como Especialista de Vestuario, pero de ahí regresó a la V Región Militar como Retaguardia.
Subteniente Marchena Ibarra
Fue entonces que doña Sofía, que ya tenía el rango de Subteniente, conoció al Teniente Miguel Ángel Segura, con quien además fueron compañeros de clase en el Instituto Nacional “Josefa Toledo de Aguerri” de Juigalpa. Con él, todas las noches salían desde esa unidad del Ejército ubicada en Las Colinas de Juigalpa, para ir a estudiar al instituto y regresaban juntos durante la noche. Así fueron enamorándose hasta terminar siendo pareja y formar el hogar que dura hasta hoy.
Pero debido a la peligrosidad al regresar de clase por la noche, por un camino solitario y oscuro, además de la falta de tiempo debido a sus responsabilidades militares, decidieron que él no seguiría estudiando, pero que ella continuara hasta bachillerarse.
Pero en 1989 quedó embarazada y “se me hizo la vida de cuadritos. Todo se me comenzó a complicar porque no tenía casa ni un familiar, a nadie que me ayudara, porque toda mi familia vive en Rivas”. Mientras que el Teniente Segura continuó trabajando en el V Comando, pero el salario no les ajustaba y sólo les daba para sobrevivir y alquilar casa.
Dejó de estudiar para cuidar a sus hijos y que ellos estudiaran
También se vio mal con el embarazo y tuvo que pedir baja del ejército. Desde entonces no ha recibido beneficios como ex miembro del mismo, porque la carta de baja original que le dieron al retirarse, la entregó en un lugar donde fue a buscar trabajo y ahí se le dieron por perdida y ni le dieron el trabajo.
La familia tuvo que andar alquilando casa de barrio en barrio de Juigalpa. Después llegó el momento en que los niños debían ir a la escuela. Fue cuando ella decidió dejar de trabajar y dejar de estudiar durante varios años para dedicarse al cuido de sus pequeños.
“Y comencé a vivir en adversidades; sin casa, sin reales porque el salario de mi marido era muy bajo. Mi primer hijo fue creciendo y sufriendo dificultades”, recordó. Al ver la situación que enfrentaban, una hermana de su marido se llevó al niño durante tres años a Nueva Guinea, de donde años después se lo llevaron de regreso porque ya debía ir la escuela y lo matriculó en el Centro Escolar “Enrique Tierno Galván” de Juigalpa. La suerte les mejoró un poco cuando su marido adquirió un terreno en el barrio La Morenita, donde poco a poco levantaron la casita en que viven actualmente.
Primer meta… bachillerarse
Ella quería que mejorar la situación económica del hogar y constantemente salía a buscar trabajo, pero siempre la rechazaban porque le pedían que al menos fuera bachiller. Eso la impulsó a continuar la secundaria, aprovechando que sus hijos ya estaban grandecitos.
Estudió hasta segundo año en el Instituto Nacional “Josefa Toledo de Aguerri” de Juigalpa, pero el siguiente año no continuó porque comenzó a trabajar durante el Censo Nacional en el municipio de Nueva Guinea.
Al concluir el censo regresó a Juigalpa, decidió matricularse en el Centro Escolar “Floresmilda Díaz Morales” donde culminó su bachillerato en el 2013 y en el 2014, impulsada por su hijo mayor, entró a estudiar la Licenciatura en Ciencias Naturales en la Facultad Regional Multidisciplinaria de la UNAN Managua en Chontales (UNAN FAREM Chontales), al pasar el Examen de Admisión y clasificar en la carrera de primera opción.
A la fecha, abril del 2019, doña Sofía está cursando el Quinto Año de su carrera y con otros estudiantes están haciendo la investigación y redacción del trabajo final para optar al título de Licenciatura en Ciencias Sociales.
“Ya estoy en quinto Año, pero a la edad que tengo es difícil estudiar, además que padezco de dolores de cabeza debido al sol y dolor en las piernas como resultado de cuando trabajé como “banderera” en la carretera durante los 18 meses para la Meco Santa Fe. Entonces soporté sol, lluvia y dolores en las piernas por estar de pie todo el día. Creo que de ahí me han venido estos grandes dolores de cabeza que escapan de matarme. Hay momentos que no lo soporto por ser tan fuerte”, relató.
¿Cómo hacer para estudiar en su casa?
A mediados del año 2017 se sintió muy mal y había decidido retirarse de la universidad porque no podía concentrarse en clase ni hacer sus tareas debido a la intensidad del dolor, No lo hizo porque sus compañeros de clase y sus maestros insistieron que no lo hiciera y que ellos la iban a apoyar en los trabajos en grupo.
Para llegar hasta el final ha tenido que ir superando todas las dificultades económicas, problemas familiares, ataques a su autoestima y hasta enfermedades.
Aunque le pide ayuda a Dios… no se atiene
“Yo me desanimaba, me frustraba, llorada, me hacían sentir que no era nada. Pero mi marido, mis hijos y mis compañeros de clase me levantaban la moral. Tambièn me puse a orar y me encomendé a Dios. La carrera se la pedí al señor y le dije: Padre Celestial, si me das la facilidad para estudiar esta carrera y me respaldas, te voy a estar muy agradecida si me das la sabiduría, porque esta carrera me va a servir para algo en la vida”.
“Ahorita están pesadas las clases, pero ahí voy, luchando. En lo económico, mi esposo me apoya en todo y mi hijo mayor me ayuda. Doy gracias a Dios que tengo un excelente hijo y lo pongo en las manos de Dios para que lo guarde, me lo proteja, pero yo no me atengo, busco como jugarme la vida”.
En ese sentido explicó que vendía cosméticos para ayudarse en sus gastos personales y en sus estudios, pero desde el 2018 “ya no se gana nada en la venta de esos productos y me retiré para comenzar a ayudarle a mi amiga, la profesora Judith, reponiendo turnos cuando ella no puede ir a trabajar por enfermedad o por otras causas.
Doña Sofía llega a observar a su amiga cuando da clases para aprender de ella y ayudarla poniendo en práctica lo aprendido en la universidad. “Ella me dijo que llegue siempre para apoyarla en el aula. Así lo hago. Yo le ayudo y ella me ayuda”, relató al tiempo que mostraba satisfacción en su rostro.
Al regresar a su casa, se dedica a hacer las cosas del hogar, a preparar comida y seguidamente se dedica a estudiar o hacer las tareas de sus clases y avanzar en el desarrollo del trabajo final de la universidad.
Aseguró que sus hijos y su marido están alegres porque ella está por concluir sus estudios superiores. “Voy a coronar esta carrera que para algo me debe servir y tengo la convicción de que me llevo el conocimiento”.
Un digno ejemplo para los jóvenes que creen que no tienen oportunidades
“Yo le agradezco a Dios que me ha dado la fortaleza para estudiar, porque no es cualquiera que sale adelante, que se va a atrever a entrar a una universidad enfrentando tantos sacrificios como los que he pasado. Este es mi reto y animo a los jóvenes que hoy que creen que no tienen futuro. Ellos son los que tienen que buscar en salir adelante y con sus propios esfuerzos, pensando que después van a tener familia; esposa e hijos que les van a necesitar mucho”.
“Es bonito ser alguien en esta vida y más tener una profesión para llegar con todo derecho donde una persona que está en una oficina y que no te menosprecie porque ya seràs alguien en esta vida. Yo le doy gracias a Dios por todo, por la vida, por los que estamos luchando por salir adelante, por el país y por las nuevas generaciones que nos van a necesitar.
¡2019: Año de la Reconciliación!
¡A la libertad por la Universidad!